sábado, 18 de diciembre de 2010

EL LIBRO DEL ABANDONO

La divinidad que hay en el vacío es imposible, intangible. Pensé en ello durante los últimos veintisiete años de mi vida.

El llanto al vacío es inexistente, absurdo. Creí en tal dogma y nombré así a la única calle cierta –según yo- en esta vida durante los últimos veintisiete años de mi vida.

El canto al vacío es inaudible por mis oídos humanos y transparente ante mi ceguera de mortal. Lo escribí sobre el silencio como si fueran planas durante los últimos veintisiete años de mi vida.

La poesía abandonó esta esfera. A falta de un mantra de vida, tomé el enunciado y lo repetí con fuerza los últimos veintisiete años de mi vida, aunque durante los primeros diecisiete no supiera que yo también hablaba.

La postmodernidad es un regalo divino que no pedí y no comprendo. Acepto el rencor heredero de mi cuerpo absorto en el centro del pasmo que regala el vacío. Reclamé con fuerza cada noche durante los últimos veintisiete años de mi vida, aunque durante los primeros veinte no supiera que yo existía.

Yo tengo veintisiete años. Yo tuve veintisiete años para pensar, repetir, creer, existir y cantar así.

Hasta que llegó a mis manos el Libro del Abandono.

Buenas noches tengan todos ustedes. Es un honor hablarles esta noche de Poesía, una mujer que no siempre está de buenas, ni transige ante la blancura del prejuicio o ni a la terquedad o al capricho humanos. Es un honor platicarles las buenas nuevas: ya no soy más un ser asilado en el vacío, y dios se esconde para no tener qué responder al dolor que siembra su abandono.

Agradezco a los organizadores de la Feria del Libro Saltillo 2010 el que me hayan invitado a presentar al Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes 2010, Javier Acosta. Agradezco más a Javier Acosta que haya escrito este poemario en el punto más álgido de estos tiempos que nos alcanzan y nos carcomen el sentido de la existencia. Le agradezco, también, el que haya convencido a la señora Poesía de volver: la mayoría de los poetas actuales nos presentan mujeres recompuestas, falsas, “piratas” cuando nos entregan su trabajo.

El “Libro del Abandono” es un canto a lo divino y la filosofía que esta palabra engendra; una biblia escrita por un mortal a dios repleta de todos los reclamos que la humanidad no ha querido decir en los últimos años, haciéndola paulatinamente invisible. La ventana que da al ocaso de un maestro cansado y su alumno ávido de poder a través de la sabiduría. Es un ejemplo de cómo debería evolucionar el género de la poesía en estos tiempos: Acosta, sin valerse de los artificios de la sonoridad ni de las trampas que muchas veces da el alud de imágenes a los que normalmente acuden los conceptualistas, consigue por completo formar un círculo que abre con una premisa (“lo invisible es divino”) y culmina con una máxima (“el mundo no tenía nombre: yo decía mundo”), consiguiendo de esta manera acercar nuestra pequeñez ante el universo que no responde al desasosiego que trae a la superficie esta pequeña divina inteligencia, cuando uno abre los ojos y se sabe abandonado por su creador.

Acosta recurre al verso libre y a la elaboración de pasajes concatenados elaborados en la más delicada prosa poética del siglo XXI. En pocas palabras, Acosta regresa a la poesía a su estado prístino y nos entrega en su obra la pureza del sonido que eones atrás (después de leer este libro uno sabe que el hombre es el mismo ser errante de años sin luz) se vertía en el lenguaje y ahora gustosamente vuelve a hacerlo: cada frase se desliza en una danza a lo largo de la obra. La estructura realmente no importa. Acosta despoja al hombre del pensamiento obtuso y lo nivela con dios; luego, los límites no importan. Sólo la poesía importa, sólo los versos de este libro pueden decidir que lo que importa son los puentes que le pide a las canciones de Leonard Cohen para pasar de un estadio del alma a otro.

El poemario está dividido en siete lecturas (que asemejan el mito creacional cristiano) a través de los cuales Acosta nos lleva de la mano por cantos, pasajes y máximas de una filosofía que, pese al gran sentido personal que le otorgó a cada uno de los versos y líneas, no se vuelve un tejido hermético para quien lo lea: el poeta aporta los elementos de su intimidad que sabe son universales para los humanos. He ahí por qué la obra toca, desnuda, cura y eleva al dolor del hombre y su silencio autoimpuesto.

A continuación, si me permite el autor, leeré algunos fragmentos que considero necesitan ser mostrados:***


"Casi no hablar:

pensar.

Casi no pensar:

escribir.

Casi no escribir:

callar.

Casi no el silencio:

poesía.

[alguien comienza

otra vez

a buscar la palabra]". (1)


***

"Déjame estar libre de ti,

a tu servicio,

Señora mía del canto". (2)


***

"Es el amor
la distancia más larga entre dos puntos". (3)


***

"Dirigí otra vez la saeta al dragón. Salió desviada, como siempre; pero fue a dar ahora justo entre los ojos de una mosca que fastidiaba sin piedad a un venerable anciano". (4)


***

"Abandónalo todo, tu corazón, tu amor al abandono, tu esperanza en el libro que (no) vendrá de la misericordia. Nada vendrá jamás, nada se ha ido nunca. Sólo hay el ahora que no pasa [...]". (5)



Así pues, y porque están estas páginas escritas, hemos llegado a la no respuesta de la inexistente misericordia: toda nuestra vida ha de servir para cantarle al ­–ahora entendido– abandono. Los dejo con su autor. Gracias.


Leído el 13 de septiembre de 2010


*** En la presentación se leyeron los poemas completos, mismos que no se publicarán en este blog por respeto a los derechos de autor.


(1) ACOSTA ESCAREÑO, Javier. "Libro del Abandono". En coedición del Instituto Nacional de Bellas Artes, el Instituto Cultural de Aguascalientes y Ediciones Era. México, 2010, p. 58

(2) Ibídem. p. 19

(3) Ibídem, p. 29

(4) Ibídem, p. 42

(5) Ibídem, p. 65



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